sábado, 24 de diciembre de 2011

SAO PAULO: TIERRA PROMETIDA PARA BOLIVIANOS A PESAR DE EXPLOTACIÓN LABORAL

En busca de oportunidades, muchos bolivianos llegan a Sao Paulo con niños pequeños y sin hablar portugués para encontrarse con largas y mal pagas jornadas en inhumanos talleres de costura, situación que prefieren antes que volver a su país.
Mi jefe "es muy bueno con nosotros, no tengo que pensar en techo, ni comida, y me acepta a mis niños", afirmó Gloria Espinosa, de 42 años, a las autoridades del Ministerio Público de Trabajo de Campinas, durante una fiscalización en una fábrica clandestina de Nova Odessa, a 130 km de Sao Paulo, que fue acompañada por periodistas de la AFP.
"Buenas noches, quería denunciar una explotación de trabajadores bolivianos", comenzaba el email anónimo recibido por las autoridades, que narraba cómo los empleados ilegales trabajan 14 horas diarias.
El dueño "tiene diez bolivianos irregulares trabajando para él, viviendo (de forma) inhumana", continuaba el texto.
Las denuncias sobre trabajo esclavo llegan regularmente a la fiscalía de Trabajo de Campinas (100 km de Sao Paulo), que meses atrás desmanteló un centro clandestino que confeccionaba ropa para la reconocida marca española Zara y donde 52 bolivianos trabajaban en condiciones insalubres.
Gloria vive en el taller clandestino, en un dormitorio sin ventilación y con dos camas que divide con sus tres pequeños de siete, cuatro y dos años y su hija de 18 años, recién llegada al país.
El aire irrespirable del dormitorio se repetía en los otros cuartos del lugar con paredes descascaradas, el tendido eléctrico a la vista, y un techo de chapa irradiando un insoportable calor que un viejo ventilador no lograba mitigar.
En el fondo de la casa, un patio abierto cubierto por un techo de chapa hace de taller y alberga unas diez máquinas de costura.
Los tres jóvenes que cosían bermudas no quitaban su mirada de la aguja, a pesar de las preguntas de los fiscales acompañados de dos policías militares.
Tímido, un paceño de 20 años -que no quiso dar su nombre- contó a la AFP que llegó a Sao Paulo hace cuatro meses para trabajar en el taller de su hermana en Americana (a 130 km de Sao Paulo). Pero cuando el local cerró, encontró trabajo en Nova Odessa, donde le pagan "no muy bien".
Gloria contó que en promedio recibe unos 500 reales por mes (unos 285 dólares), por debajo del salario mínimo oficial de 545 reales (311 dólares). Por su parte, los dueños afirmaron que el sueldo mensual es de 800 reales (457 dólares).
"No tenemos nada que esconder", declaró el boliviano Policarpio Damián, uno de los propietarios, al destacar que está intentando regularizar la empresa instalada hace seis meses. "Estamos sobreviviendo", afirmó.
Alrededor de una amplia mesa de corte de telas, se ven varias estanterías y cajas abarrotadas de ropa, algunas empaquetadas y otras a medio armar. Allí la policía confiscó falsificaciones de grifas como Calvin Klein, Ralph Lauren y Adidas, que los dueños aseguraron compraron en ferias populares de Sao Paulo.
"El lugar es degradante, hay riesgo de incendio, la situación sanitaria es degradante. Hace mucho calor. Todo el mundo con contrato irregular", se lamentó el fiscal Ronaldo Lira.
Según fuentes oficiales bolivianas que pidieron el anonimato, alrededor de 350.000 bolivianos viven en Sao Paulo, donde muchos trabajan en talleres de costura. Sólo unos 50.600 bolivianos están en situación legal en el país, informó el Ministerio de Justicia.
Muchos venden sus productos en la feria dominical de productos bolivianos de la Kantuta, en la zona norte de Sao Paulo.
"Me aventuré (a venir a Sao Paulo) porque en Bolivia no hay estabilidad económica. La economía está paralizada. No hay trabajo y todo boliviano emigra", contó Basilio Iquize, de 58 años, mientras recorría la feria.
Este descendiente de aymaras llegó hace ocho meses a la capital paulista con diez familiares, con los que trabaja en un centro de costura. "Me gusta trabajar, tengo trabajo, tengo salud, tengo un lugar para mandar a mi hijo a la escuela", afirmó satisfecho.
Roxanna Vicca, de 25 años, que vende jugos y empanadas en la feria, también está conforme con su trabajo en un taller. "Trabajo desde las seis (de la mañana) hasta las diez de la noche. Dicen que es trabajo esclavo, pero no es así", destacó al precisar que gana unos 1.000 reales al mes (571 dólares).
Sin embargo, la joven conoce casos de bolivianos que traen ilegalmente a sus compatriotas a Brasil aprovechando las dificultades de conseguir empleo en Bolivia y la constante demanda de mano de obra en el pujante gigante sudamericano.
"Muchos vienen y los llevan al interior, y quedan encerrados", relató, al precisar que eso les pasó a sus primos.
Para las autoridades bolivianas es una prioridad "combatir el tráfico de personas y trabajo similar al esclavo", afirmó una fuente oficial bajo anonimato.
Mientras tanto, Gloria espera que la fiscalización no cierre la fábrica y la deje sin empleo, pues pretende que sus otros dos hijos en Bolivia aterricen pronto en Sao Paulo.

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