Los
trabajadores mineros tenemos tres emisoras que son totalmente nuestras: “La Voz
del Minero” de Siglo XX, la “21 de Diciembre” de Catavi y la radio “Llallagua”
de esa población. Nosotros las hemos adquirido con nuestros esfuerzos y
sacrificios y nosotros las mantenemos. Nuestros son los locutores, que hablan
en un lenguaje bien nuestro y nos hacen saber toda la situación que vive el
país. Es la manera que tenemos de informarnos y comunicarnos.
Por
eso miramos a esas emisoras con tanto cuidado. Son bienes de la clase
trabajadora minera. Y son muy importantes para saber a qué atenernos cada vez
que ocurre algo. También nos distraen y nos educan.
Por
eso, cada vez que hay un problema, siempre procuramos defender nuestras radios,
para que no se corte la comunicación entre nosotros. Y siempre que el ejército
entra a las minas, lo primero que ataca son las emisoras y nosotros luchamos
hasta que nos las devuelvan.
También
hay la “Radio Pío XII” que es de los padres oblatos. En un principio, como
estaba en manos de gente que tenía una “misión especial” y que eran los curas
que tenían una formación especial, la Pío XII no cumplió con su papel. Como
vivía el Papa Pío XII y el Vaticano había dado órdenes de combatir al comunismo
en todo el mundo, entonces, todos aquellos sacerdotes que vinieron aquella vez,
lo que hacían, pues, era una pelea abierta contra el comunismo. Y como en Siglo
XX teníamos dirigentes que declaraban abiertamente que eran comunistas,
entonces era una pelea constante contra los dirigentes, contra los sindicatos.
Ahora
todo está diferente, desde hace algunos años, y la Radio Pío XII trabaja
bastante en favor nuestro. Y si antes, a los sacerdotes no los molestaban,
ahora, al igual que a nosotros los apalean, los mandan a la cárcel y los
expulsan del país.
Hasta
el 74, nosotros en la mina conocíamos la radio, pero nunca habíamos tenido
televisión, muchos ni siquiera sabíamos lo que era un televisor.
Y
resulta que “por obra y gracia” del gobierno de Bánzer, aparecieron 5 000
televisores en Siglo XX en ese año. Como pan caliente los repartieron en cada
hogar. Hicieron sorteos, entregaron los aparatos dando facilidades, o sea que
la empresa COMIBOL los compra y a los obreros les va descontando de su sueldo
mensual hasta pagarlo completamente. Así, ¿no?
Pero
lo que pasa es que la televisión boliviana tiene canales donde solamente pasan
programas controlados por el gobierno haciendo ver que el gobierno actual “es
muy bueno” y llevando programas de mucha penetración extranjera, de penetración
muy fuerte del imperialismo.
Y
bueno, mi hijo salió a la vecina y vio un televisor, un programa donde le
mostraron un mundo maravilloso, donde había ratones que hablaban y donde había
parques hermosos y todo. Aquel había sido el mundo de Disneylandia. Y mi hijito
vuelve a casa todo triste y me dice:
—Mamita,
me voy a portar biencito. ¿Por qué no me mandas a Disneylandia? Yo quiero jugar
con el osito, con el ratoncito. Me vas a llevar a Disneylandia, ¿verdad? Yo
quiero también aquel trencito, mamita.
Y así,
durante una semana, mi hijo ya no quería jugar con sus juguetes, sus latas de
sardina o de leche.
No
quería ir a la calle, quería ir a Disneylandia. Y soñaba con Disneylandia, mi
hijo.
—Yo
quiero ir al parque infantil —me decía él—, quiero los globos.
Y así,
quiero eso y quiero el otro... Y bueno, yo me molestaba y le decía:
—No
vas más a ver televisión. Aquí en la mina no hay nada de eso.
Dos o
tres días después, en la pulpería me encuentro con mis compañeras.
—¿Ha
visto la televisión, señora?
—No,
no tengo yo televisión.
—¡Ay!... Anoche han dado un desfile de
modas... ¡Qué hermoso... qué hermoso!... Y pensar que nosotras, que trabajamos
desde las 4 de la mañana lavando, planchando, cocinando, atendiendo a los
chicos, viniendo a la pulpería... nunca, nunca vamos a poder alcanzar tener un
traje, un peinado de aquellos, una joya de aquellas que se ven en la
televisión... ¡Qué pena que nos hemos casado con un minero!
¡Imagínense!...
Yo pensé: ¡esta televisión está haciendo mal a mi pueblo! Nuestros hijos ya no
quieren jugar con sus juguetitos. Las mujeres ya comienzan a lamentarse de su
situación. Pero... ¡No es de ese lado que deben lamentarse!... Eso es un daño
que está haciendo la televisión. Es un daño.
¿Qué
hace la televisión en favor de la clase trabajadora? Allí el gobierno pasa los
programas que quiere. Además, al rato que quiere usa la televisión para
insultarnos y nos llama de agitadores, dice que los de Siglo XX son unos
extremistas, unos tales, unos cuales. Él nos hace “trapos” por la televisión. Y
nosotros no podemos ni siquiera responder, porque no tenemos una televisión del
pueblo.
Tenemos,
sí, nuestras radios. Y justamente para que no respondamos a lo que nos dice el
gobierno, una mañana de enero del 75, entraron los del ejército y destruyeron nuestras
emisoras. Astillas las hicieron. Pedazos. Sólo de ver, daba rabia. No dejaron
un clavo en su puesto.
Y todo
se lo llevaron: radios, aparatos, discos, joyas de música folclórica, música
antigua, música de ahora, grabaciones que teníamos de nuestros dirigentes...
todo se lo llevaron.
También
apresaron a un montón de gente: trabajadores de las radios, dirigentes obreros
y otros más.
Y
bueno, el ejército hizo todos esos estragos en aquella mañana y pensó que
nosotros, porque ya no teníamos organización sindical oficialmente reconocida y
nuestro dirigente sindical estaba preso, nos íbamos a callar, no íbamos a decir
nada.
Pero
¿qué pasó? Los trabajadores se pararon como “un solo hombre” y dijeron:
“Mientras no nos devuelvan las radios, no entramos a trabajar”. Y se declararon
en huelga.
Y como
no había respuesta alguna del gobierno, se declaró la huelga indefinida. Y se
formó un solo comité de huelga entre los cinco sindicatos más fuertes de la
región.
En
toda forma se trató de romper aquella unidad. Por ejemplo, el sindicato “20 de
Octubre”, que es de los locatarios, desde hacía un año solicitaba ampliación de
paraje, otras fuentes de trabajo, porque el lugar donde están actualmente ya no
tiene mineral, ya se ha agotado.
La ampliación consiste en que la empresa
les indique otros lugares donde hay mineral para que allí trabajen. Y la
empresa se resistía a dar esta ampliación. Pero cuando todos los sindicatos
empezaron la huelga, mandaron a un emisario a buscar a los compañeros del “20
de Octubre” y decirles que el gobierno les iba a dar ampliación de trabajo para
un año más, pero siempre y cuando ellos entraran a trabajar y rompieran la
huelga. Entonces sí que hubo una cierta vacilación entre los compañeros. Y
decían: “...si desde tanto tiempo estamos buscando esta solución... mejor
volvemos a trabajar, ¿no?”
Pero
el criterio revolucionario y la unidad que tiene la clase trabajadora fue
difícil de romper. Y, si al principio pedíamos que se nos devuelvan las
emisoras y liberten a los presos políticos, se aumentó este punto: “la
ampliación de parajes para los trabajadores del '20 de Octubre' con el apoyo de
los cinco sindicatos y siguiendo la huelga”. Eso fue bastante bueno.
También
buscaron comprar a la gente ofreciendo más sueldos y becas y otras cosas. Y
consiguieron organizar unas cien personas que entraron a trabajar. Pero
entonces, se escribían sus nombres en un pizarrón, donde se decía: “el
trabajador 'fulano de tal' es traidor de su clase, porque se está prestando a
esta maniobra”. Y los trabajadores, furiosos, los buscaban. Y ellos desistían
del trabajo, porque no querían arruinarse, ¿no? Son muy pocos los que están
vendidos al gobierno, que tienen “cartas blancas” para actuar en todo sentido.
Frente
a esa firmeza de los trabajadores, los del gobierno dijeron: “Muy bien. Que se
mueran de hambre, entonces”.
Y nos
rodeó el ejército. No nos dejaban salir ni entrar. A nadie. Y pensaron ahogar
allí nomás la cosa, cercándonos. No dejaban entrar ni verdura, ni otros
víveres. Nada. Tampoco nos permitían cualquier tipo de comunicación. Ellos
tenían las radios, pues.
Pero
—y por eso digo que es importante la participación de la juventud— un chico al
que mataron su padre en la masacre, hace años, vino a plantearme ese problema:
—Señora,
he estudiado bien la situación. Los soldados están parados a cada cinco metros,
pero también se duermen a cierta hora de la noche. Los he visto. Yo podría
salir, quizá, por allí, mientras duermen ellos. Yo podría arrastrarme y podría
salir.
—No
hagas tonterías —le dije—. ¿Cómo vas a hacer?
No me
contestó el chico, pero supe después que había salido con otros tres muchachos.
Se fueron a tomar contacto con otros lugares y dijeron: “En Siglo XX pasa esto:
nos han rodeado”...
Entonces se enteró la opinión pública del
resto del país. Y comenzaron a apoyarnos los universitarios, los fabriles, las
otras minas. Y el paro ya estaba siendo nacional.
Entonces
el gobierno, que estaba declarando que, aunque le pongan la soga al cuello, no
nos iba a devolver las emisoras, inmediatamente tuvo que mandar una comisión
para “entablar el diálogo, porque hay que arreglar de alguna forma la cosa”.
Y se
presentó la comisión. Los agentes del DIC les informaron que éramos solo unos
cincuenta tipos que agitábamos en ahí. Entonces la comisión quiso hablar con
esos cincuenta tipos nomás.
Los
trabajadores que allí estuvieron dijeron muy claro lo que pensaban. Uno les
dijo:
—Ustedes
han acallado a nuestras emisoras que son tan importantes para nosotros. Ustedes
nos quieren hacer retroceder hacia siglos atrás, donde no se conocía ni la
radio ni nada. Ustedes quieren sumirnos en la ignorancia.
Entonces
uno de la comisión le respondió:
—Oh,
compañero. Pero, ¡si ustedes tienen televisores! ¡Si les hemos dado el equipo
más moderno! Pronto ya vamos a tener varios canales en Bolivia, y ustedes van a
tener las facilidades de elegir el programa que quieran. Con el tiempo, todas
esas cosas: radios, tocadiscos, van a desaparecer, porque están viniendo nuevos
inventos. Y es importante que ustedes comprendan que los televisores llegaron
para su adelanto.
Y con
eso querían que nos conformáramos, ¿no? También dijeron:
—Hay
que aceptar que ustedes exageran las cosas. Aquí hay una psicosis
antimilitarista, hay una enfermedad antimilitarista. Es cierto que en el pasado
el ejército ha tenido que tomar algunas medidas drásticas en contra de la clase
trabajadora. Pero ahora nosotros queremos dialogar, queremos debatir, queremos
llevar adelante el país.
Y con
su doctrina él nos salía allí. También nos pintaron un cuadro como si nosotros
fuéramos los únicos culpables por el cierre de las emisoras, por habernos
atrevido a decir que nosotros no estábamos conformes con las medidas de
entreguismo adoptadas por el gobierno de Bánzer, especialmente con la entrega
del petróleo y del hierro del Mutún al Brasil.
El
Comité de Amas de Casa también participó en esa asamblea. Yo tenía
planteamientos concretos que hacer. Y resulta que se me ocurrió tomar la
palabra.
—Si me
permiten hablar... —dije.
—Sí,
bueno, sí. En un momento como el que estamos, quizá las ideas de las mujeres
puedan clarificar algo... —dijo uno riéndose un tanto.
Como siempre acostumbran ellos, nos habían
hecho primeramente unos números diciendo que el país está en quiebra, que tanto
de entrada hay nomás y tanto de gasto tenemos, y que, si no vamos a cubrir
esto, el país se va a ir a la bancarrota, y que si seguimos haciendo huelgas va
a ocurrir esto y esto, y que con esta huelga tanto hemos perdido... y que tal y
que cual.
Entonces
yo dije:
—Yo
vengo en representación del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, donde están
agrupadas
la mayoría de las esposas de los trabajadores.
Nosotras,
al igual que los trabajadores, repudiamos este atentado en contra de la cultura
que han hecho ustedes con nuestro pueblo. Porque ustedes han destrozado cuatro
de nuestras emisoras.
Atropelladamente, como delincuentes han entrado aquí
ustedes y han destrozado todo esto que era nuestro. Nosotros no estamos de
acuerdo con ese atropello. Repudiamos y exigimos que nos devuelvan
inmediatamente lo que es nuestro y nos ha costado tanto.
Ahora
voy a empezar por lo que ustedes dijeron. Por ejemplo, ustedes nos dicen aquí,
leyendo en su libro y en el pizarrón sus números, que el gobierno de Bánzer
está marchando maravillosamente y que nosotros somos los perjudiciales.
Nosotros no vivimos de números; desde ya le vamos a decir, señor, que no
vivimos de números. Nosotros vivimos de la realidad.
Yo
quisiera que ustedes, que han visto a este gobierno todo bueno, por favor me
ayuden a comprender cuál de las medidas que ha adoptado el gobierno es buena
para nosotros.
En
primer lugar, el general Bánzer ha entrado a gobernar a un país donde nadie lo
ha elegido. Por la fuerza de las armas ha entrado, ha matado a un montón de
gente y entre ellos a nuestros hijos y nuestros compañeros. Ha ametrallado la
universidad, ha reprimido y sigue reprimiendo a mucha gente. Nuestras riquezas,
se las está entregando a los extranjeros, especialmente al Brasil.
Ahora
yo le pregunto: ¿cuál ha sido su medida en favor de la clase trabajadora?
Primero, ha decretado la devaluación monetaria. Después el “paquete económico”.
Ha intervenido la universidad. Ha clausurado el año escolar. Ha masacrado a los
campesinos en Tolata. Ha disuelto los sindicatos y los partidos políticos. Y
ahora ha allanado las sedes sindicales para acallar las emisoras. Todo eso es
cierto, ¿no?
Yo
quisiera entonces, que ustedes me respondan, por favor, ¿cuál de estas medidas
que ha tomado el gobierno es en favor de la clase trabajadora? ¿Quién de
ustedes me puede responder?
Todos
se callaban.
—Ahora, avanzando más allá, ustedes han
dicho que nosotros tenemos una psicosis antimilitarista, una enfermedad contra
los militares. Eso también es falso. Ustedes no saben apreciar en toda la
medida lo que vale el pueblo y lo que sabe el pueblo.
Yo les
voy a dar simplemente un ejemplo de que esa teoría de ustedes es falsa: un gobierno
militar, de tipo fascista, ha quitado los salarios a la clase trabajadora y ése
fue el de Barrientos. Otro gobierno, también militar, nos ha devuelto aquello y
ése fue el de Juan José Torres. Y por ese gobierno, nuestros esposos estaban
dispuestos a dar su vida. Y lo han demostrado. Cada vez que había amenaza de
golpe de Estado contra Torres, a los mineros no les importaba dejar a sus
esposas, a sus hijos, y en masa se trasladaban a La Paz, en camiones. No tenían
armas. Pero si tenían un cuchillo, con ese cuchillo se iban; si tenían un
machete, con ese machete; si tenían dinamita, con esa dinamita se trasladaban a
La Paz a defender el gobierno del general Torres, que también era militar, ¿no?
Entonces ven ustedes que los trabajadores demostraron que no tienen esa
enfermedad antimilitarista. Por una cosa que ha hecho Torres en favor de la
clase trabajadora, los mineros estaban dispuestos a dar su vida por él. Hay que
ser justos con el pueblo.
Ahora
ustedes han repartido 5000 televisores. Nosotros no estamos en contra del
adelanto. Queremos, sí, el adelanto para nuestro país. Pero, ¿qué pasa con la
televisión? ¿De qué sirve a nosotros en ese momento? La televisión está
manejada desde el Estado. Y desde allí el gobierno nos hace trizas a nosotros
por televisión. De los mineros dice: “estos locos, estos vagos, estos rojos”,
estos tales y estos cuales. Y nosotros no tenemos un canal televisor donde le
podamos responder. Teníamos solamente nuestras radios. Y, para acabar con esa
última voz, las hicieron astillas.
Ahora,
miren: ¿qué ha pasado con los que recibieron su televisor? ¿En que los ayuda la
televisión? Nuestras radios, aunque en un lenguaje brusco —salvaje como dicen
ustedes—, hablaban de nosotros, de nuestros problemas, de nuestra situación.
Pero esa televisión que nos dan, donde nos hablan y nos muestran mundos que no
son los nuestros, de mundos que nunca vamos a alcanzar... ¿para qué sirve esta
televisión? Para hacernos más desgraciados e infelices.
Claro,
es bonito tener televisión, ver otros países y todo eso. Pero... ¡qué
desgracia, qué desgracia ver que otros países que no producen el estaño y con
él se están enriqueciendo, esos tienen mundos fantasiosos para sus hijos y
nosotros no tenemos nada! ¡Qué doloroso es ver que nuestros compañeros están
botando sus pulmones en las minas solamente para dar riquezas al extranjero!
¡Y
qué doloroso es para nosotras, las mujeres que tenemos que ser cocinera,
lavandera, niñera y todo, sin jamás poder tener ningún confort de aquellos que
nos muestra la televisión. ¿Acaso no somos mujeres como ésas que vemos? ¿Acaso
no trabajamos más que ellas? Y ellas pueden tener y lucir todo, mientras
nosotros nos ahogamos en la miseria.
Entonces,
¿qué pasa con la televisión? Que a nosotros, en vez de servir de educación, de
distracción, nos sirve para hacernos más desgraciados. Sí, allí mismo en la
televisión que trajeron ustedes nosotros vemos eso y nos damos cuenta de todo
eso. No es que nosotros estemos en contra de la civilización. ¡Qué bonito sería
tener un canal televisor para nosotros, que esté en nuestras manos! En ese caso
sí, sería hermoso. Sí, quisiéramos tener un canal de televisión, pero que hable
de nuestra situación, de nuestros problemas, que nos eduque. ¡Qué hermoso sería
que los trabajadores mineros, en vez de nuestras radios, tuviéramos un canal
televisor que trasmita por todo el país la realidad minera! Entonces toda la
gente se daría cuenta de quiénes somos nosotros, porque incluso mucha gente del
país no nos comprende porque no nos conoce. Hay muchos bolivianos que dicen:
¿qué sabes tú del “khoya loco”? ¿No sabes que masca coca, que está drogado, que
no hay que apoyarlo? Pero para nosotras, él no es el '“khoya loco”, él no es el
hombre que no sabe, él es más bien el hombre que está sustentando la economía
del país.
Todo
eso les dije. Y les pedí que me contestaran. Pero ninguno quiso hacerlo.
Y lo
único que dijeron fue que nosotros éramos los agitadores y que ellos querían
hablar con las masas.
Por la
tarde ellos se encontraron con las masas. Pero ¡fue una cosa terrible! Los
trabajadores los trataron muy duramente. Les hicieron comprender que, antes que
nada, ellos querían sus emisoras. Y que los del gobierno eran unos salvajes que
destrozaron todo de una manera brutal.
Los de
la comisión se levantaron y se fueron. Estaban asustados. Y el primero de mayo
nos devolvieron nuestras emisoras. Pero la Pío XII quedó silenciada por varios
meses más. Y siguieron distribuyendo televisores en las minas.
Evo Morales es reptiliano, el nuevo orden mundial es el reinado del anticristo.
ResponderEliminar