sábado, 26 de enero de 2013

“¿QUIÉN DE USTEDES ME PUEDE RESPONDER?”


Testimonio de la compañera Domitila Barrios de Chungara en "Si me permiten hablar...", Moema Viezzer, 1978.
 Los trabajadores mineros tenemos tres emisoras que son totalmente nuestras: “La Voz del Minero” de Siglo XX, la “21 de Diciembre” de Catavi y la radio “Llallagua” de esa población. Nosotros las hemos adquirido con nuestros esfuerzos y sacrificios y nosotros las mantenemos. Nuestros son los locutores, que hablan en un lenguaje bien nuestro y nos hacen saber toda la situación que vive el país. Es la manera que tenemos de informarnos y comunicarnos.

Por eso miramos a esas emisoras con tanto cuidado. Son bienes de la clase trabajadora minera. Y son muy importantes para saber a qué atenernos cada vez que ocurre algo. También nos distraen y nos educan.

Por eso, cada vez que hay un problema, siempre procuramos defender nuestras radios, para que no se corte la comunicación entre nosotros. Y siempre que el ejército entra a las minas, lo primero que ataca son las emisoras y nosotros luchamos hasta que nos las devuelvan.

También hay la “Radio Pío XII” que es de los padres oblatos. En un principio, como estaba en manos de gente que tenía una “misión especial” y que eran los curas que tenían una formación especial, la Pío XII no cumplió con su papel. Como vivía el Papa Pío XII y el Vaticano había dado órdenes de combatir al comunismo en todo el mundo, entonces, todos aquellos sacerdotes que vinieron aquella vez, lo que hacían, pues, era una pelea abierta contra el comunismo. Y como en Siglo XX teníamos dirigentes que declaraban abiertamente que eran comunistas, entonces era una pelea constante contra los dirigentes, contra los sindicatos.

Ahora todo está diferente, desde hace algunos años, y la Radio Pío XII trabaja bastante en favor nuestro. Y si antes, a los sacerdotes no los molestaban, ahora, al igual que a nosotros los apalean, los mandan a la cárcel y los expulsan del país.

Hasta el 74, nosotros en la mina conocíamos la radio, pero nunca habíamos tenido televisión, muchos ni siquiera sabíamos lo que era un televisor.

Y resulta que “por obra y gracia” del gobierno de Bánzer, aparecieron 5 000 televisores en Siglo XX en ese año. Como pan caliente los repartieron en cada hogar. Hicieron sorteos, entregaron los aparatos dando facilidades, o sea que la empresa COMIBOL los compra y a los obreros les va descontando de su sueldo mensual hasta pagarlo completamente. Así, ¿no?

Pero lo que pasa es que la televisión boliviana tiene canales donde solamente pasan programas controlados por el gobierno haciendo ver que el gobierno actual “es muy bueno” y llevando programas de mucha penetración extranjera, de penetración muy fuerte del imperialismo.
Y bueno, mi hijo salió a la vecina y vio un televisor, un programa donde le mostraron un mundo maravilloso, donde había ratones que hablaban y donde había parques hermosos y todo. Aquel había sido el mundo de Disneylandia. Y mi hijito vuelve a casa todo triste y me dice:

—Mamita, me voy a portar biencito. ¿Por qué no me mandas a Disneylandia? Yo quiero jugar con el osito, con el ratoncito. Me vas a llevar a Disneylandia, ¿verdad? Yo quiero también aquel trencito, mamita.

Y así, durante una semana, mi hijo ya no quería jugar con sus juguetes, sus latas de sardina o de leche.

No quería ir a la calle, quería ir a Disneylandia. Y soñaba con Disneylandia, mi hijo.

—Yo quiero ir al parque infantil —me decía él—, quiero los globos.

Y así, quiero eso y quiero el otro... Y bueno, yo me molestaba y le decía:

—No vas más a ver televisión. Aquí en la mina no hay nada de eso.

Dos o tres días después, en la pulpería me encuentro con mis compañeras.

—¿Ha visto la televisión, señora?

—No, no tengo yo televisión.

—¡Ay!... Anoche han dado un desfile de modas... ¡Qué hermoso... qué hermoso!... Y pensar que nosotras, que trabajamos desde las 4 de la mañana lavando, planchando, cocinando, atendiendo a los chicos, viniendo a la pulpería... nunca, nunca vamos a poder alcanzar tener un traje, un peinado de aquellos, una joya de aquellas que se ven en la televisión... ¡Qué pena que nos hemos casado con un minero!

¡Imagínense!... Yo pensé: ¡esta televisión está haciendo mal a mi pueblo! Nuestros hijos ya no quieren jugar con sus juguetitos. Las mujeres ya comienzan a lamentarse de su situación. Pero... ¡No es de ese lado que deben lamentarse!... Eso es un daño que está haciendo la televisión. Es un daño.

¿Qué hace la televisión en favor de la clase trabajadora? Allí el gobierno pasa los programas que quiere. Además, al rato que quiere usa la televisión para insultarnos y nos llama de agitadores, dice que los de Siglo XX son unos extremistas, unos tales, unos cuales. Él nos hace “trapos” por la televisión. Y nosotros no podemos ni siquiera responder, porque no tenemos una televisión del pueblo.

Tenemos, sí, nuestras radios. Y justamente para que no respondamos a lo que nos dice el gobierno, una mañana de enero del 75, entraron los del ejército y destruyeron nuestras emisoras. Astillas las hicieron. Pedazos. Sólo de ver, daba rabia. No dejaron un clavo en su puesto.

Y todo se lo llevaron: radios, aparatos, discos, joyas de música folclórica, música antigua, música de ahora, grabaciones que teníamos de nuestros dirigentes... todo se lo llevaron.

También apresaron a un montón de gente: trabajadores de las radios, dirigentes obreros y otros más.

Y bueno, el ejército hizo todos esos estragos en aquella mañana y pensó que nosotros, porque ya no teníamos organización sindical oficialmente reconocida y nuestro dirigente sindical estaba preso, nos íbamos a callar, no íbamos a decir nada.

Pero ¿qué pasó? Los trabajadores se pararon como “un solo hombre” y dijeron: “Mientras no nos devuelvan las radios, no entramos a trabajar”. Y se declararon en huelga.

Y como no había respuesta alguna del gobierno, se declaró la huelga indefinida. Y se formó un solo comité de huelga entre los cinco sindicatos más fuertes de la región.

En toda forma se trató de romper aquella unidad. Por ejemplo, el sindicato “20 de Octubre”, que es de los locatarios, desde hacía un año solicitaba ampliación de paraje, otras fuentes de trabajo, porque el lugar donde están actualmente ya no tiene mineral, ya se ha agotado.

La ampliación consiste en que la empresa les indique otros lugares donde hay mineral para que allí trabajen. Y la empresa se resistía a dar esta ampliación. Pero cuando todos los sindicatos empezaron la huelga, mandaron a un emisario a buscar a los compañeros del “20 de Octubre” y decirles que el gobierno les iba a dar ampliación de trabajo para un año más, pero siempre y cuando ellos entraran a trabajar y rompieran la huelga. Entonces sí que hubo una cierta vacilación entre los compañeros. Y decían: “...si desde tanto tiempo estamos buscando esta solución... mejor volvemos a trabajar, ¿no?”

Pero el criterio revolucionario y la unidad que tiene la clase trabajadora fue difícil de romper. Y, si al principio pedíamos que se nos devuelvan las emisoras y liberten a los presos políticos, se aumentó este punto: “la ampliación de parajes para los trabajadores del '20 de Octubre' con el apoyo de los cinco sindicatos y siguiendo la huelga”. Eso fue bastante bueno.

También buscaron comprar a la gente ofreciendo más sueldos y becas y otras cosas. Y consiguieron organizar unas cien personas que entraron a trabajar. Pero entonces, se escribían sus nombres en un pizarrón, donde se decía: “el trabajador 'fulano de tal' es traidor de su clase, porque se está prestando a esta maniobra”. Y los trabajadores, furiosos, los buscaban. Y ellos desistían del trabajo, porque no querían arruinarse, ¿no? Son muy pocos los que están vendidos al gobierno, que tienen “cartas blancas” para actuar en todo sentido.

Frente a esa firmeza de los trabajadores, los del gobierno dijeron: “Muy bien. Que se mueran de hambre, entonces”.

Y nos rodeó el ejército. No nos dejaban salir ni entrar. A nadie. Y pensaron ahogar allí nomás la cosa, cercándonos. No dejaban entrar ni verdura, ni otros víveres. Nada. Tampoco nos permitían cualquier tipo de comunicación. Ellos tenían las radios, pues.

Pero —y por eso digo que es importante la participación de la juventud— un chico al que mataron su padre en la masacre, hace años, vino a plantearme ese problema:

—Señora, he estudiado bien la situación. Los soldados están parados a cada cinco metros, pero también se duermen a cierta hora de la noche. Los he visto. Yo podría salir, quizá, por allí, mientras duermen ellos. Yo podría arrastrarme y podría salir.

—No hagas tonterías —le dije—. ¿Cómo vas a hacer?

No me contestó el chico, pero supe después que había salido con otros tres muchachos. Se fueron a tomar contacto con otros lugares y dijeron: “En Siglo XX pasa esto: nos han rodeado”...

Entonces se enteró la opinión pública del resto del país. Y comenzaron a apoyarnos los universitarios, los fabriles, las otras minas. Y el paro ya estaba siendo nacional.

Entonces el gobierno, que estaba declarando que, aunque le pongan la soga al cuello, no nos iba a devolver las emisoras, inmediatamente tuvo que mandar una comisión para “entablar el diálogo, porque hay que arreglar de alguna forma la cosa”.

Y se presentó la comisión. Los agentes del DIC les informaron que éramos solo unos cincuenta tipos que agitábamos en ahí. Entonces la comisión quiso hablar con esos cincuenta tipos nomás.
Los trabajadores que allí estuvieron dijeron muy claro lo que pensaban. Uno les dijo:

—Ustedes han acallado a nuestras emisoras que son tan importantes para nosotros. Ustedes nos quieren hacer retroceder hacia siglos atrás, donde no se conocía ni la radio ni nada. Ustedes quieren sumirnos en la ignorancia.

Entonces uno de la comisión le respondió:

—Oh, compañero. Pero, ¡si ustedes tienen televisores! ¡Si les hemos dado el equipo más moderno! Pronto ya vamos a tener varios canales en Bolivia, y ustedes van a tener las facilidades de elegir el programa que quieran. Con el tiempo, todas esas cosas: radios, tocadiscos, van a desaparecer, porque están viniendo nuevos inventos. Y es importante que ustedes comprendan que los televisores llegaron para su adelanto.

Y con eso querían que nos conformáramos, ¿no? También dijeron:

—Hay que aceptar que ustedes exageran las cosas. Aquí hay una psicosis antimilitarista, hay una enfermedad antimilitarista. Es cierto que en el pasado el ejército ha tenido que tomar algunas medidas drásticas en contra de la clase trabajadora. Pero ahora nosotros queremos dialogar, queremos debatir, queremos llevar adelante el país.

Y con su doctrina él nos salía allí. También nos pintaron un cuadro como si nosotros fuéramos los únicos culpables por el cierre de las emisoras, por habernos atrevido a decir que nosotros no estábamos conformes con las medidas de entreguismo adoptadas por el gobierno de Bánzer, especialmente con la entrega del petróleo y del hierro del Mutún al Brasil.

El Comité de Amas de Casa también participó en esa asamblea. Yo tenía planteamientos concretos que hacer. Y resulta que se me ocurrió tomar la palabra.

—Si me permiten hablar... —dije.

—Sí, bueno, sí. En un momento como el que estamos, quizá las ideas de las mujeres puedan clarificar algo... —dijo uno riéndose un tanto.
Como siempre acostumbran ellos, nos habían hecho primeramente unos números diciendo que el país está en quiebra, que tanto de entrada hay nomás y tanto de gasto tenemos, y que, si no vamos a cubrir esto, el país se va a ir a la bancarrota, y que si seguimos haciendo huelgas va a ocurrir esto y esto, y que con esta huelga tanto hemos perdido... y que tal y que cual. 
Entonces yo dije: 
—Yo vengo en representación del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, donde están agrupadas
la mayoría de las esposas de los trabajadores.

Nosotras, al igual que los trabajadores, repudiamos este atentado en contra de la cultura que han hecho ustedes con nuestro pueblo. Porque ustedes han destrozado cuatro de nuestras emisoras. 

Atropelladamente, como delincuentes han entrado aquí ustedes y han destrozado todo esto que era nuestro. Nosotros no estamos de acuerdo con ese atropello. Repudiamos y exigimos que nos devuelvan inmediatamente lo que es nuestro y nos ha costado tanto.

Ahora voy a empezar por lo que ustedes dijeron. Por ejemplo, ustedes nos dicen aquí, leyendo en su libro y en el pizarrón sus números, que el gobierno de Bánzer está marchando maravillosamente y que nosotros somos los perjudiciales. Nosotros no vivimos de números; desde ya le vamos a decir, señor, que no vivimos de números. Nosotros vivimos de la realidad.

Yo quisiera que ustedes, que han visto a este gobierno todo bueno, por favor me ayuden a comprender cuál de las medidas que ha adoptado el gobierno es buena para nosotros.

En primer lugar, el general Bánzer ha entrado a gobernar a un país donde nadie lo ha elegido. Por la fuerza de las armas ha entrado, ha matado a un montón de gente y entre ellos a nuestros hijos y nuestros compañeros. Ha ametrallado la universidad, ha reprimido y sigue reprimiendo a mucha gente. Nuestras riquezas, se las está entregando a los extranjeros, especialmente al Brasil.

Ahora yo le pregunto: ¿cuál ha sido su medida en favor de la clase trabajadora? Primero, ha decretado la devaluación monetaria. Después el “paquete económico”. Ha intervenido la universidad. Ha clausurado el año escolar. Ha masacrado a los campesinos en Tolata. Ha disuelto los sindicatos y los partidos políticos. Y ahora ha allanado las sedes sindicales para acallar las emisoras. Todo eso es cierto, ¿no?

Yo quisiera entonces, que ustedes me respondan, por favor, ¿cuál de estas medidas que ha tomado el gobierno es en favor de la clase trabajadora? ¿Quién de ustedes me puede responder?

Todos se callaban.

—Ahora, avanzando más allá, ustedes han dicho que nosotros tenemos una psicosis antimilitarista, una enfermedad contra los militares. Eso también es falso. Ustedes no saben apreciar en toda la medida lo que vale el pueblo y lo que sabe el pueblo.

Yo les voy a dar simplemente un ejemplo de que esa teoría de ustedes es falsa: un gobierno militar, de tipo fascista, ha quitado los salarios a la clase trabajadora y ése fue el de Barrientos. Otro gobierno, también militar, nos ha devuelto aquello y ése fue el de Juan José Torres. Y por ese gobierno, nuestros esposos estaban dispuestos a dar su vida. Y lo han demostrado. Cada vez que había amenaza de golpe de Estado contra Torres, a los mineros no les importaba dejar a sus esposas, a sus hijos, y en masa se trasladaban a La Paz, en camiones. No tenían armas. Pero si tenían un cuchillo, con ese cuchillo se iban; si tenían un machete, con ese machete; si tenían dinamita, con esa dinamita se trasladaban a La Paz a defender el gobierno del general Torres, que también era militar, ¿no? Entonces ven ustedes que los trabajadores demostraron que no tienen esa enfermedad antimilitarista. Por una cosa que ha hecho Torres en favor de la clase trabajadora, los mineros estaban dispuestos a dar su vida por él. Hay que ser justos con el pueblo.

Ahora ustedes han repartido 5000 televisores. Nosotros no estamos en contra del adelanto. Queremos, sí, el adelanto para nuestro país. Pero, ¿qué pasa con la televisión? ¿De qué sirve a nosotros en ese momento? La televisión está manejada desde el Estado. Y desde allí el gobierno nos hace trizas a nosotros por televisión. De los mineros dice: “estos locos, estos vagos, estos rojos”, estos tales y estos cuales. Y nosotros no tenemos un canal televisor donde le podamos responder. Teníamos solamente nuestras radios. Y, para acabar con esa última voz, las hicieron astillas.

Ahora, miren: ¿qué ha pasado con los que recibieron su televisor? ¿En que los ayuda la televisión? Nuestras radios, aunque en un lenguaje brusco —salvaje como dicen ustedes—, hablaban de nosotros, de nuestros problemas, de nuestra situación. Pero esa televisión que nos dan, donde nos hablan y nos muestran mundos que no son los nuestros, de mundos que nunca vamos a alcanzar... ¿para qué sirve esta televisión? Para hacernos más desgraciados e infelices.

Claro, es bonito tener televisión, ver otros países y todo eso. Pero... ¡qué desgracia, qué desgracia ver que otros países que no producen el estaño y con él se están enriqueciendo, esos tienen mundos fantasiosos para sus hijos y nosotros no tenemos nada! ¡Qué doloroso es ver que nuestros compañeros están botando sus pulmones en las minas solamente para dar riquezas al extranjero! 

¡Y qué doloroso es para nosotras, las mujeres que tenemos que ser cocinera, lavandera, niñera y todo, sin jamás poder tener ningún confort de aquellos que nos muestra la televisión. ¿Acaso no somos mujeres como ésas que vemos? ¿Acaso no trabajamos más que ellas? Y ellas pueden tener y lucir todo, mientras nosotros nos ahogamos en la miseria.

Entonces, ¿qué pasa con la televisión? Que a nosotros, en vez de servir de educación, de distracción, nos sirve para hacernos más desgraciados. Sí, allí mismo en la televisión que trajeron ustedes nosotros vemos eso y nos damos cuenta de todo eso. No es que nosotros estemos en contra de la civilización. ¡Qué bonito sería tener un canal televisor para nosotros, que esté en nuestras manos! En ese caso sí, sería hermoso. Sí, quisiéramos tener un canal de televisión, pero que hable de nuestra situación, de nuestros problemas, que nos eduque. ¡Qué hermoso sería que los trabajadores mineros, en vez de nuestras radios, tuviéramos un canal televisor que trasmita por todo el país la realidad minera! Entonces toda la gente se daría cuenta de quiénes somos nosotros, porque incluso mucha gente del país no nos comprende porque no nos conoce. Hay muchos bolivianos que dicen: ¿qué sabes tú del “khoya loco”? ¿No sabes que masca coca, que está drogado, que no hay que apoyarlo? Pero para nosotras, él no es el '“khoya loco”, él no es el hombre que no sabe, él es más bien el hombre que está sustentando la economía del país.

Todo eso les dije. Y les pedí que me contestaran. Pero ninguno quiso hacerlo.

Y lo único que dijeron fue que nosotros éramos los agitadores y que ellos querían hablar con las masas.

Por la tarde ellos se encontraron con las masas. Pero ¡fue una cosa terrible! Los trabajadores los trataron muy duramente. Les hicieron comprender que, antes que nada, ellos querían sus emisoras. Y que los del gobierno eran unos salvajes que destrozaron todo de una manera brutal. 
Los de la comisión se levantaron y se fueron. Estaban asustados. Y el primero de mayo nos devolvieron nuestras emisoras. Pero la Pío XII quedó silenciada por varios meses más. Y siguieron distribuyendo televisores en las minas.
 

1 comentario:

  1. Evo Morales es reptiliano, el nuevo orden mundial es el reinado del anticristo.

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